1.11.05

Último toque de Tolkien

Decía en la entrada anterior que no iba a referirme a la obra J.R.R. Tolkien en este sitio pues ya se ha escrito mucho al respecto. Por otra parte, según su propia definición, este blog trata de literatura de C.F. (si es que la obra de Tolkien es de C.F.) y no de otras manifestaciones del género (tales como películas o cómics). Esto último se debe principalmente a mis propias limitaciones.

Romperé por única vez esas dos reglas para referirme muy brevemente a las películas de Peter Jackson basadas en El Señor de los Anillos. Y si lo hago, es sólo porque quiero mencionar algo que no he leído en ninguna parte. Un error de la película que nadie ha comentado. Aunque tal vez esta falta de comentarios se deba a que el error es mío.

El punto es que, en mi opinión, los elfos no tienen orejas puntiagudas. En ninguna parte de su obra (especialmente en El Silmarillón, que trata profusamente de los elfos y su historia) Tolkien dice que los elfos tengan orejas puntiagudas. Por el contrario, dice que el aspecto de los elfos es muy similar al de los humanos. La diferencia, en todo caso, estriba en cuestiones más sutiles, los elfos son más bellos y hábiles y muestran una apostura característica emanada de su inmortalidad (personas de larguísima vida, pero de aspecto relativamente joven).

Nunca se habla de diferencias físicas específicas. Por el contrario, en una o dos ocasiones se mencionan humanos que son confundidos momentáneamente con elfos (tal el caso de Tuor) y esto parecería imposible si los elfos mostraran una marca de fábrica tan inconfundible como orejas de vulcano.

Es cierto que en sus primeras concepciones Tolkien identificaba a los elfos con las hadas (los Noldor son llamados gnomos en sus primeros escritos), pero posteriormente abandonó (o al menos mitigó) esa identificación. Insisto, entonces, en mi opinión: los elfos no tienen orejas puntiagudas (lo mismo, creo, vale para los hobbits, pero no tengo mayores argumentos en este caso).

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