16.11.05

Regreso a Titán

Regreso a Titán - Arthur C. Clarke - Ultramar Editores, Barcelona, 1987 - Título original: Imperial Earth; año 1975. Traducción: José Ferrer Aleu.
Resumen: La acción, que transcurre a fines del siglo XXIII, comienza en Titán (un satélite de Saturno), continúa en la Tierra y termina en Titán. En este universo la Humanidad está instalada en varios planetas y satélites del Sistema Solar y muchas de estas ex-colonias terrestres comienzan a resentirse por el dominio económico y político del Planeta Madre, que a su vez se resiste a "dejar ir" a sus hijos (de allí el título original en inglés, Tierra Imperial).

En este contexto, Titán está gobernado por la "familia" Makenzie. Malcom Makenzie, el fundador de la dinastía y uno de los pioneros de Titán, ha mantenido durante décadas el control político del satélite. Pero al buscar descedencia se encuentra con un serio revés, la radiación que ha recibido durante sus largos viajes por el espacio ha dañado sus genes y Malcom no puede tener hijos. Opta entonces por hacer un clon de sí mismo (por suerte, en la Tierra existe una empresa que hace clones por encargo) y así nace Colin, su "hijo" (o su hermano gemelo, según se mire) y heredero.

Oportunamente Colin también encargará un clon y es así como nace Duncan Makenzie, el protagonista de nuestro relato. (Colin es clon de Malcom, y Duncan lo es de Colin, ¿implica esto que Duncan es clon de Malcom?) La historia comienza cuando Duncan comienza su viaje desde Titán hacia la Tierra, donde encargará la gestación de su propio clon, se entrevistará con el embajador de Titán en la Tierra y, en general, se ocupará de cuestiones varias.

El planteo parece más o menos interesante, sobre todo cuando Duncan (y junto con él el lector) descubre que, de manera imprevista y casi clandestina, Karl Helmer, el heredero de la familia rival de los Makenzie (nadie gobierna sin oposición) ha viajado también a la Tierra, con fines misteriosos.

Sin embargo, por interesante que pueda parecer, este planteo termina en nada. El relato, finalmente, acaba siendo una excusa para que Clarke dedique varios capítulos a lo que he dado en llamar el recorrido por las maravillas del futuro, largas partes en las que, sin que venga a cuento de nada, Clarke se solaza en describir los artilugios que la tecnología del futuro nos podría llegar a regalar. (El caso más exacerbado de este estilo es 3000, Odisea final, una novela que casi carece de argumento y que es, toda ella, un recorrido por las maravillas del futuro.)

Veremos así cómo Duncan conoce el tactoide (un artefacto que genera alucinaciones táctiles) o como visita al Titanic reflotado (es muy conveniente que Duncan llegue desde una colonia un tanto provinciana, porque de ese modo los otros personajes se ven "obligados" a explicarle todo). En medio de este recorrido, Clarke mueve de tanto en tanto uno o dos personajes, como para simular que algo sucede en otras partes.

Finalmente, los dos o tres misterios que se habían planteado se resuelven (entre ellos el motivo del viaje de Karl Helmer), alguien muere, pero nadie llora por él (todos los personajes son muy medidos y racionales y nadie grita, llora ni insulta, a lo sumo, en el colmo de la explosión emocional, muestra el ceño fruncido) y Titán salva su independencia económica. Una buena novela para aquellas noches en que uno está cansado y no siente deseos de una lectura exigente.

2 comentarios:

Gustavo Piñeiro dijo...

En efecto, en algún momento del libro Duncan MacKenzie recuerda un episodio sexual en el que intervienen él mismo, Karl Helmer y una chica llegada a Titán desde la Tierra (Duncan se reencuentra con esta chica al viajar a la Tierra). Pero no se trata, como uno podría imaginar desde el pacato siglo XX, de un episodio clandestino, sino por el contrario de algo que los personajes (esa sociedad en general) toman como algo perfectamente natural.

Es claro que la sociedad que Clarke imagina en el siglo XXIII es muy liberal con respecto a las relaciones sexuales, y en ella la bisexualidad o la homosexualidad son consideradas opciones perfectamente normales.

Ésta es precisamente una de las cosas que me gustan de la Ciencia Ficción, la posibilidad de pensar libremente en sociedades con costumbres alternativas. Me viene ahora a la mente un cuento de Úrsula K. Le Guin (no recuerdo el título, pero está incluido en "El cumpleaños del Mundo y otros relatos"). El cuento transcurre en el planeta O, un planeta del Universo Haini. En O las personas se casan de a cuatro, dos hombres y dos mujeres, y en estos matrimonios las relaciones homosexuales son tomadas como tan normales como las heterosexuales. De hecho, en el cuento al que me refiero, en cierto momento del relato un hombre que está a punto de formar uno de estos matrimonios le "confiesa" al otro hombre que sólo le gusta tener relaciones sexuales con mujeres y no con otros hombres, el otro le dice que a él también le sucede lo mismo y que no creía que existieran otras personas con la misma inclinación. En otras palabras, en el planeta O ser bisexual es lo normal mientras que ser heterosexual es considerado "perverso".

Gustavo Piñeiro dijo...

Sí, había un problema con la grafía del apellido. La forma correcta es, en efecto, Makenzie y, según dice Clarke, Malcom se quejada de quienes (como hice yo involuntariamente) lo escribían MacKenzie. Ya lo he corregido en la entrada.