9.3.06

Otra coincidencia

Quiero señalar aquí otra de esas coincidencias que tanto me gusta hallar entre diferentes relatos de Ciencia Ficcón. Esta vez entre Nave-hermana, Estrella-hermana, el cuento de Robert Silverberg al que me referí en la entrada anterior y La hora de las estrellas, una novela de Robert A. Heinlein publicada en castellano en 1964.

Imaginemos que un universo einsteniano una nave viaje a otra estrella a una velocidad cercana a la de la luz. Gracias a la dilatación temporal, la duración del viaje (según la perspectiva de a bordo) será tal vez de unas pocas semanas o a lo sumo unos meses (dependiendo de qué tan cerca esté su velocidad de la de la luz y cuánto tarden en alcanzarla). Pero si al llegar a destino intentaran comunicarse con la Tierra, cualquier mensaje que enviaran tardaría años en ser recibido (que se sumarían a los años que, según la gente de la Tierra, duró el viaje) ¿cómo podrían entonces transmitir de manera útil lo que descubran?

Imaginemos ahora que la telepatía existiera y que no estuviera limitada por la velocidad de la luz. Un telépata a bordo podría entonces comunicarse instantáneamente con un telépata de la Tierra y de este modo se ahorraría mucho tiempo en comunicaciones. Bueno, tal vez no sea tan fácil hallar telépatas, pero los hermanos gemelos siempre han tenido mucha empatía mutua ¿no sería posible hallar parejas de gemelos capaces de comunicarse telepáticamente?

Pues bien, tanto en Nave-hermana, Estrella-hermana, como en La hora de las estrellas, eso es exactamente lo que sucede. En ambos casos la trama gira en torno a un viaje interstelar y en ambos casos son parejas de gemelos capaces de comunicarse telepáticamente entre sí quienes (uno a bordo y otro en la Tierra) mantienen a la nave en contacto con el hogar. Por lo que se ve, los gemelos de Einstein han desarrollado poderes nuevos.

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