11.12.05

Tiempo de Cambios

Tiempo de Cambios – Robert Silverberg – Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1987 – Título original: A Time of Changes; año 1979 – Traducción: Francisco Blanco.

En la Introducción a Tiempo de Cambios, Silverberg comenta que cierta vez le hablaron sobre la existencia una novela en la que no aparece nunca la letra e. Y dice a continuación que esa idea lo hizo estremecer, pues bastante difícil es en sí mismo escribir una novela como para agregarle además restricciones artificiosas.

Por cierto, aunque Silverberg no lo menciona, la novela a la que hace referencia es La Disparition, escrita en francés por Georges Pérec y en la que, en efecto, no aparece nunca (excepto en el nombre del autor) la letra e, que es la letra más frecuente en el francés. La novela ha sido “traducida” a varios idiomas y en cada traducción se ha omitido la letra que sea la más frecuente en el idioma correspondiente. En el caso del castellano, la novela se llama El secuestro y se omite la letra a. (He escrito “traducida” entre comillas pues no se trata de una traducción en el sentido usual. Las limitaciones de léxico impuestas hacen que sea imposible traducir la novela frase por frase. Como máximo puede traducirse a nivel de ideas generales.)

Volviendo a Tiempo de Cambios, luego de mencionar su horror ante la idea de una novela en la que no se usa la letra e, Silverberg dice que inmediatamente pensó que ojalá él nunca se viera “forzado a hacer esa clase de acrobacias”. Y agrega: “Y ahora, años más tarde, me encuentro embarcado en una novela en la que se le prohíbe a cualquier personaje el referirse a sí mismo en primera persona.” Ambas prohibiciones no son en realidad comparables, pues mientras que en el caso de Pérec la novela es solamente de un tour de force idiomático, un monumento a la paciencia y la habilidad del autor, en el caso de Tiempo de Cambios, la ausencia de yoes y míes es una consecuencia directa de la psicología de los personajes. (Por cierto, al ausencia no es total y ya en la primera página hay varios yoes.)

La acción de la novela transcurre en Borthan, un planeta que siglos atrás ha sido poblado por un grupo de colonos llegados desde la Tierra. Este grupo de colonos venía huyendo del lujo y los placeres, a los que consideraban pecaminosos, y a consecuencia de esta idea fundacional dejaron arraigada en la mente de sus descendientes la noción de que toda comodidad o autocomplacencia debía ser prohibida.

Los habitantes de Borthan son entonces ascéticos y detestan toda ostentación o exhibicionismo. Y el exhibicionismo que más han llegado a detestar es el del propio yo. Por eso toda referencia abierta a uno mismo está mal vista y decir “yo” o “mí” resulta en Borthan de tan mal gusto como lo sería en nuestra sociedad el exhibir los genitales en público.

Nadie dice en Borthan “me gusta el agua”, a lo más dirá, y sólo si es estrictamente necesario, “uno quiere agua”, o mejor todavía “alguien quiere agua”, o mejor aún, simplemente “agua”. Nunca hay referencias a gustos, sentimientos o emociones, ni siquiera en la intimidad, y es por eso que en Borthan, más que en ninguna otra parte, llega a ser cierto aquello de que cada hombre es una isla. No hay confianza ni acuerdos de palabra y hasta el más simple compromiso debe ser refrendado por escrito. (Por ejemplo, no hay en Borthan ninguna religión organizada, lo más parecido es una especie de secta de confesores ante quienes uno puede descargar su conciencia, los términos de pago y de confidencialidad de estos desahogos son puestos por escrito y firmados por ambas partes antes de cada confesión.)

Tiempo de Cambios está narrada desde la perspectiva de Kinnall Darival, el segundo hijo del septarca principal de Salla (Borthan está dividido en distintos estados nacionales) que debe huir de su país cuando su hermano mayor accede al trono. En su exilio, Kinnall conoce a un terrestre recién llegado a Borthan (el planeta no alienta la inmigración y los viajes espaciales no son frecuentes, por lo que un terrestre en Borthan es una verdadera rareza) . A causa de su exposición a ese punto de vista extranjero, Kinnall comienza a interrogarse acerca de las bases mismas de su sociedad y llega hasta el punto de tratar de cambiarlas. Para saber lo que sucede a continuación habrá que leer el libro, que ciertamente no está nada mal.

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