10.1.12

La Invención de Morel

La Invención de Morel - Adolfo Bioy Casares - Editora Nacional, Madrid, 2001. Prólogo de Jorge Luis Borges. Escrita originalmente en castellano, en el año 1940.


Resumen: La acción transcurre a mediados del siglo XX (probablemente es contemporánea de la escritura de la novela, o tal vez sea un poco posterior a ella), en una isla no identificada del Océano Pacífico. El protagonista cree que la isla pertenece al archipiélago de Las Ellice (actualmente, Tuvalú) aunque no está seguro de ello.

El ya mencionado protagonista, cuyo nombre nunca se conoce, es un fugitivo de la justicia, aunque tampoco llega a saberse cuál ha sido su delito. Varias veces a lo largo del libro este hombre se promete a sí mismo (promesa que nunca cumplirá) escribir dos ensayos, que se titularán Defensa ante Sobrevivientes y Elogio de Malthus, en los que demostrará la injusticia del castigo a que ha sido condenado.

Como se ve, los lectores sabemos muy poco: no se sabe quién, muy poco se sabe del dónde o del cuándo, y casi nada se sabe del porqué. Esta ignorancia se debe en parte al estilo en que está escrito el relato, que tiene la forma de una especie de diario personal que el protagonista inicia apresuradamente, con miedo, acosado, porque a su alrededor comienzan a ocurrir hechos extraños ("milagrosos" los llama él) y necesita ponerlos por escrito para conservar la poca cordura que le queda.

Escribe para él mismo, apresuradamente (ya se dijo) y entonces es inevitable que no haga una descripción prolija y completa de su pasado. No necesita decir quién es o por qué lo persiguen, simplemente porque él ya lo sabe y describirlo en detalle sería, para él, una pérdida de tiempo.

Sí tenemos, al comienzo del diario, una breve (fragmentaria, sería mejor decir) descripción de cómo nuestro hombre ha llegado a la isla. Perseguido por la justicia [él cree que cualquier persona que lo vea lo reconocerá y lo denunciará a las autoridades, ¿es sólo paranoia o es que su delito ha sido tan terrible que le dado "fama mundial"?] recibe de un vendedor de alfombras italiano que vive en Calcuta la información de que hay en el Pacífico una isla abandonada.

El comerciante le dice que, años antes, gentes desconocidas construyeron en esa isla una capilla, una pileta de natación y un museo, pero que esas instalaciones están desiertas desde hace mucho tiempo y que ya nadie se acerca a la isla porque "es el foco de una extraña enfermedad que mata de afuera para adentro".

Desesperado, nuestro hombre decide ir de todos modos a la isla. El comerciante lo envuelve en una alfombra y lo despacha en barco hacia Oceanía. "Desembarqué en Rabaul", dice el diario, "con una tarjeta del comerciante visité a un miembro de la sociedad más conocida de Sicilia". De este contacto recibe las instrucciones finales, roba un bote y, literalmente con el último aliento, llega a la isla, donde el bote encalla y se hunde, y es así que nuestro hombre queda allí varado, y abandonado a su suerte.

La isla es inhóspita, pantanosa en varias partes, azotada parcialmente por inundaciones. En efecto, como dijo el comerciante de Calcuta, hay allí una pileta de natación (abandonada e invadida por serpientes y escuerzos), una capilla (que en realidad no es una capilla) y un museo (que más que mueso parece un hotel o un sanatorio). Nuestro hombre descubre allí otras instalaciones misteriosas e igualmente abandonadas, como maquinarias o aparatos cuya finalidad desconoce.

Al principio pasa el tiempo vagando entre las instalaciones e intentando, con poco éxito, entender para qué sirven las maquinarias (que todavía funcionan). Pero poco tiempo después de su llegada [un centenar de días, creo que dice en algún momento] se produce el hecho milagroso ya mencionado (y que es el motivo por el que decide iniciar la escritura del diario): un grupo de veraneantes aparece en la isla. Y digo "aparece" porque parecen llegar de la nada. No se ve barco, avión o dirigible que los haya llevado hasta allí.

De pronto, de la nada, se ve a este grupo de gente (más o menos una docena entre hombres y mujeres) paseando por los caminos que unen la capilla con el museo, bañándose en la pileta (sin que parezca importarles que esté llena de víboras y escuerzos), escuchando música, bailando.

Nuestro hombre (al principio cree que los "veraneantes" han venido a capturarlo, pero luego se da cuenta de que no es así) se oculta, vigila a los recién llegados desde tan cerca como se atreve y con el pasar de los días, empieza a fijar su atención en una mujer (de las conversaciones que oye descubre que se llama Faustine). Al cabo de poco tiempo se enamora de ella. ¿Debe mostrarse y confesar su amor y así arriesgarse a ser capturado? ¿O debe seguir oculto?

Mientras estas dudas lo carcomen, empieza a observar fenómenos extraños. Un día, un raro fenómeno óptico le permite ver en el cielo dos soles a la vez. Otro día los veraneantes, en apariencia, desaparecen tan abruptamente como habían llegado, pero unos días después reaparecen igualmente como de la nada.

Cesaré aquí el relato, que los lectores tendrán que completar leyendo el libro. El "éxito" (hablo en el sentido literario, no en el comercial) de una novela de estas características reside, en buena medida, en el hecho de que el autor sea capaz de dar, en algún momento del relato, una explicación coherente, lógica, y no "sacada como un as de la manga", de todos los hechos extraños y en apariencia inconexos que ha ido acumulando. En ese sentido, La invención de Morel, es, sin duda, un éxito total. Como dice Borges en el prólogo, Bioy logar dar una explicación "fantástica, pero no sobrenatural" de todos los hechos, explicación que a su vez se enhebra con un final impecable.

Desde luego, no diré cuál es ese final, que arruinaría buena parte del placer de la lectura de la novela. Borges dice en su prólogo (no exactamente con estas palabras) que no sería exagerado calificar a la novela de Bioy como perfecta. ¿Quién soy para discutir la palabra del maestro?

Nota 1: Recientemente, Ediciones de la Flor ha editado una versión de La Invención de Morel en forma de historieta. Una reseña puede verse en este enlace.

Nota 2: Leí alguna vez (no recuerdo dónde) que La Invención de Morel fue la fuente (o una de las fuentes) de inspiración de la serie Lost (que en algunos países de habla hispana se llamó Perdidos o Desaparecidos). Las similitudes en el planteo son evidentes: una isla perdida en el Pacífico, instalaciones abandonadas pero aún funcionando, personas que en apariencia llegan de la nada (los "veraneantes" en la novela, "los Otros" en la serie). Pero las similitudes llegan terminan en esos puntos que he mencionado, no más allá. La novela de Bioy, como ya dije, cierra perfectamente todos los misterios que plantea y los engarza con un final inevitable, pero a la vez sorprendente. No parece ser el caso de Lost. No creo que a Bioy le hubiera gustado esta consecuencia de su relato.

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